HIGH FIDELITY
Cuando un libro o una novela es adaptada al cine, siempre ocurre que existe un grado de disconformidad con el trabajo final. Eso ocurre sobretodo con los lectores y seguidores que leen primero la versión en papel antes de la película. Pero algo pasa con ciertos libros que tienen adaptaciones cinematográficas muy aplaudidas, incluso llegando a ser de culto, como es el caso de “Fight Club”, “Trainspotting”, “Clockwork Orange” y la película que nos referiremos en esta ocasión: “High Fidelity”. Puede que esto se explique porque estas novelas están llenas de citas y referencias a la cultura pop, ya que los personajes siempre hablan sobre gustos musicales o cinematográficas, citan a intelectuales contemporáneos o bien tienen empleos “cool” que a casi todo el mundo le gustaría tener, elementos que muchas veces crean una proyección del lector hacia el protagonista.
Estas novelas no poseen una estructura rígida, por lo que los directores pueden llegar a tener una libertad casi infinita para llegar a realizar las adaptaciones al cine. De hecho, hay películas que se desmarcan de sus versiones literarias, algunas incluso llegando a marcar un antes y un después en el cine, instalando y creando nuevas tendencias en el lenguaje. Pasó en el caso de “Orange Clockwork” (o “Naranja Mecánica”, como prefieran algunos) donde Stanley Kubrick realizó una película sublime, incomprendida en su época, llegando a ser motivo de análisis en la actualidad.
“High Fidelity” es una película dirigida por Stephen Frears y realizada en el 2000, pero ambientada a mediados de los noventa, cuando el vinilo estaba en retirada (pero sólo en la práctica masiva de escuchar música, porque en realidad siempre ha estado presente), el CD era un lujo y los cassettes eran el pan de cada día. En este contexto tenemos a Rob (John Cusack), dueño de una disquería ubicada en el peor lugar de Chicago, donde muy poca gente transita y donde los ñoños de la música hacen un esfuerzo por llegar al lugar para encontrar las rarezas, los bootlegs o los sides-B que nunca encontrarán en disquerías multinacionales. Su novia de años, Laura (Iben Hjejle) lo abandona porque lo acusa de no sentar cabeza y de inmadurez. Es así como Rob entra en una etapa de luto amoroso, donde comienza a cuestionarse si realmente él es el problema en todas las relaciones que ha tenido, o bien han sido las circunstancias las que han marcado todas sus rupturas y decepciones. Y mientras Laura se va a vivir con un ex vecino llamado Ian (caracterizado por un excelente Tim Robbins, el mismo de “Rio Mistico”, donde comparte roles con un notable Sean Penn, y el mismo de “Sueños de Fuga”, donde sale con un entonces recién aparecido Morgan Freeman), Rob se introduce en un viaje introspectivo consistente en ubicar a todas las ex novias que ha tenido para invitarlas a salir y poder lograr entender de esta manera si su problema lo ha ido arrastrando desde pequeño.
En su disqueria, Rob tiene contratado a dos tipos: Dick (Todd Lousio, el mismo que trataba que le entendieran su jazz en “Jerry McGuire”) y Barry (un hilarante Jack Black, el mismo de “Tenacious D”). Ambos son unos verdaderos ñoños de tomo y lomo que, a pesar de haber sido contratados sólo por tres días en la semana, van TODOS los días sólo porque no tienen vida y no quieren invertir su tiempo en nada productivo el resto de la semana. Los diálogos en la película son sencillamente geniales, muy entretenidos, porque constantemente están hablando de música, de trivias y datos inútiles que a nadie le interesa, sólo para competir y demostrar quién es realmente el más ñoño de la tienda. Personalmente, considero que esta dupla sigue esa eterna tradición en el cine cuando los personajes secundarios se llevan todos los aplausos. Pasa en esta cinta, ya que esta dupla se roba la película y matiza el romanticismo presente en la historia de los protagonistas, aportando mucho humor (y del muy estúpido) y lo más importante, datos y trivias que sólo los ñoños podrían apreciar.
Un leitmotiv que constantemente vemos en esta película es la costumbre de Rob de crear un listado de las cinco mejores o peores cosas. De hecho, la película comienza cuando Rob recuerda sus cinco peores desilusiones amorosas, y así en el transcurso de la película vemos listados de los cinco mejores empleos, los cinco mejores discos para escuchar en un día Lunes, los cinco mejores clásicos, los cinco mejores temas número 1 que salen en los lados A de los discos, y así sucesivamente, lo que refleja una vez más el tema de la carencia y de cómo, en estos listados de los top 5, proyectan los empleos y la vida que quieren llevar y que no pueden tener como una forma de llenar los vacíos que tienen en sus vidas. De hecho, Rob llega a crear una disquera independiente llamada “Top 5 Records”.
“High Fidelity” es una película hecha en familia, ya que muchos de los actores se conocían desde hace años, e incluso hasta el día de hoy siguen compartiendo roles en series y películas. Joan Cusack (que hace el papel de Liz, la neutral amiga de Rob y Laura) salió en la también rockera “Scholl Of Rock”, compartiendo roles con Jack Black, quién a su vez tenía una banda con John Cusack cuando eran jóvenes, un John cuyo apellido es igual a la de Joan, casi haciéndonos suponer que algún lazo de familia deben tener entre ambos. También tenemos a Tim Robbins, quién también tenía un lazo con Jack Black, llegando incluso a hacer un cameo en “Tenacious D”, haciendo el papel del indigente cojo que le daba el mapa a Jack para que entrara al Museo del Rock a robar la uñeta del destino (o la “Pick of Destiny”).
En general la película es entretenida, lleno de trivias ñoñas y con una historia de amor (o de tortura, depende de cómo quieran llamarle) bastante amena pero a la vez trágica. Dicen las malas lenguas que se viene la segunda parte, ahora que todos estos actores están más famosos y facturan más lucas.